Debe ser de gran interés ese tema de que anda alguna gente destrozando vacas por las calles. De tanto interés, que no ha parado de salir en informativos, programas callejeros, prensa y radio, desde hace algunos días. Pues menos mal que a alguien le ha dado por destrozar estas vacas, porque de lo contrario yo, ni me hubiese enterado de que existían.
Una vez vistas estas vacas, entiendo perfectamente lo de los destrozos. Luego he recordado que hace unos dos años pude ver uno de estos bichos en la puerta del hotel donde me hospedaba en Praga. Pero aquella estaba intacta. Deben tener pocas cualidades artísticas
los de Praga.
Me gustaría pensar que el artista o artistas que han creado esas vacas, no se han quedado satisfechos con la simple contemplación del bicho hortera y hayan dicho para sus adentros, una vez terminada tan magna escultura – ole mis huevos, que bonica me ha quedao! Me gustaría pensar que su obra de arte culmina realmente con la aparición de la noticia, por todas partes, de que esas vacas han sido destruidas poco a poco por la gente anónima de la ciudad. Pero me temo que no estoy en lo cierto. Gallardón no lo hubiese permitido.
Sinceramente no entiendo qué significan esas vacas hoy. Y en las calles. Estamos en el siglo XXI, se supone que por ahí ya hemos pasado. Sí entiendo a los que las han destrozado, y en su afán destructor de lo que es feo, se han convertido en los verdaderos artistas. Vale, no son creadores, pero son artistas por reducción de lo absurdo.
Así que, desde aquí animo a todo el mundo que quiera sentirse artista por un día, a salir a la calle con cualquier objeto contundente, pinturas, gasolina y mechero o lo que cada uno estime oportuno, y emprendámosla a palos con las vacas. Además, eso relaja.
Una vez vistas estas vacas, entiendo perfectamente lo de los destrozos. Luego he recordado que hace unos dos años pude ver uno de estos bichos en la puerta del hotel donde me hospedaba en Praga. Pero aquella estaba intacta. Deben tener pocas cualidades artísticas
los de Praga.
Me gustaría pensar que el artista o artistas que han creado esas vacas, no se han quedado satisfechos con la simple contemplación del bicho hortera y hayan dicho para sus adentros, una vez terminada tan magna escultura – ole mis huevos, que bonica me ha quedao! Me gustaría pensar que su obra de arte culmina realmente con la aparición de la noticia, por todas partes, de que esas vacas han sido destruidas poco a poco por la gente anónima de la ciudad. Pero me temo que no estoy en lo cierto. Gallardón no lo hubiese permitido.
Sinceramente no entiendo qué significan esas vacas hoy. Y en las calles. Estamos en el siglo XXI, se supone que por ahí ya hemos pasado. Sí entiendo a los que las han destrozado, y en su afán destructor de lo que es feo, se han convertido en los verdaderos artistas. Vale, no son creadores, pero son artistas por reducción de lo absurdo.
Así que, desde aquí animo a todo el mundo que quiera sentirse artista por un día, a salir a la calle con cualquier objeto contundente, pinturas, gasolina y mechero o lo que cada uno estime oportuno, y emprendámosla a palos con las vacas. Además, eso relaja.
